Temas de actualidad


LA COYUNTURA NACIONAL

José Olvera

Durante los últimos tres años, la política económica del gobierno de Fox se ha caracterizado por más de lo mismo, y por sus consecuencias más negativas, el déficit en la balanza comercial asciende alrededor de los 56,000 millones de dólares, y la balanza en cuenta corriente se sitúa en los 44,000 millones de dólares, así como un déficit fiscal operacional de un 2% del PIB. Asimismo, la tasa de crecimiento económico en los hechos reales se ha anulado ya que es del 0.65%. El PIB per cápita desde 1982 en promedio ha crecido al 0,33% anual, es decir, hoy es mayor en un 7 % que en 1982. De igual manera, la inflación acumulada en el último trienio, según estimaciones del Centro de Análisis Multidisciplinario de la Facultad de Economía, es de 5.7% contra un aumento en los salarios mínimos es de 4.6%, por lo que en lo que va del sexenio, el salario mínimo sigue acumulando perdida de poder de compra.

En consecuencia las estrategias neoliberales aplicadas durante 22 años no han logrado obtener los resultados que pretendían las estrategias macroeconómicas; equilibrio externo, finanzas públicas sanas, crecimiento económico constante, control de la inflación, impuestas desde los organismos internacionales y adoptados de manera servil por los últimos gobiernos y el Banco de México. La prioridad total concedida a la estabilidad de precios se obtiene a costa de sacrificar el crecimiento del mercado interno, de igual manera, las características de la apertura al exterior castran el desarrollo de la competitividad nacional. Y esto sí, ha afectado de manera por demás destructiva a la planta productiva nacional, el empleo y el bienestar social de los trabajadores del campo y la ciudad, y aumentando geométricamente la miseria y la pobreza, que afecta a más del 53% de la población de la ciudad, y en el campo alcanza hasta el 70%.

Actualmente vivimos una relativa estabilidad macroeconómica sin crecimiento y con una mayor agudización de los problemas sociales, por lo que la situación del país resulta cada día más delicada, toda vez que se insiste en seguir imponiendo la doctrina neoliberal, la cual impide el progreso social debido a la lógica deshumanizada del mercado.

Es así como arribamos hoy día a un optimismo desbordado con base en los datos gubernamentales de la actividad económica del primer trimestre, los cuales nos indican una cierta expansión y parece haber comenzado la reactivación del país con un crecimiento del 3 % del PIB. El optimismo gubernamental que se cifra en poder crecer al 3.5 % en promedio este año, el aumento de los precios del petróleo, y la reactivación de las exportaciones a los Estados Unidos de América. Sin embargo estos datos siendo alentadores son insuficientes como indicadores de una recuperación económica efectiva y de mediano aliento, toda vez que la debilidad del mercado interno persiste, debido a las bajas tasas de ahorro, la escasa inversión privada local, el insuficiente dinamismo de las manufacturas, la debilidad de las pequeñas y medianas empresas y la escasa competitividad del país, que impiden un despegue real de la economía.

Pese a su recuperación económica en EE.UU. del 4.2 % en el primer trimestre del año, el déficit en Estados Unidos sigue aumentado rápidamente, seguramente terminaran el ejercicio fiscal con un déficit no de 500 mil millones de dólares como el gobierno de Bush creía, sino de 600 mil millones de dólares debido a que los gastos de la guerra en Irak siguen acrecentándose, y los precios del petróleo siguen aumentando, propiciando que la economía mundial tarde cada vez más en recuperar una verdadera vía de crecimiento.

La tensa situación en el Medio Oriente, la persistente alza de la gasolina en EE.UU. las limitaciones objetivas en la producción de los países miembros de la OPEP y una creciente demanda de hidrocarburos, están generando una nueva crisis energética que está disparando los precios del petróleo y sus derivados a niveles que presagian desestabilización social y política en el mundo. Una dinámica similar del desarrollo capitalista condujo a la parálisis, en la década de los 70's, por estas mismas razones: exorbitantes precios del petróleo y las altas tasas de interés.

Ese fenómeno beneficia a México sólo momentáneamente, es lo que obtenemos en un primer momento, al potencializar el sector primario; en un segundo momento lo perdemos, pues como maquiladores del mercado norteamericano de Bienes Intermedios y de Capital, al adquirir éstos lo haremos con los nuevos precios que resultarán por el alza del combustible: lo que ganamos con el alto precio del petróleo, lo perdemos pagando hidrocarburos, petroquímicos y gas. Además, este alto precio del petróleo contribuirá al aumento en cadena de otros precios: aluminio, acero, así como la electricidad y el gas, etcétera.

Para mitigar ese déficit fiscal, los Estados Unidos tendrán que aumentar sus tasas de interés, esto es prácticamente inevitable: es la única forma de atraer más capitales. Ello detendrá la recuperación económica, pero nos obligará, como país, primero a acelerar el deslizamiento del peso respecto al dólar para retener capitales e incrementar nuestras tasas de interés domésticas, y posteriormente a incrementar los costos de bienes y servicios con lo cual también nosotros estaremos más alejados del periodo de crecimiento.

Durante la actual administración foxista, el peso se ha devaluado frente al dólar en más del 23.1 por ciento, y en los dos últimos meses prácticamente se devaluó en un 5 por ciento. Si el tipo de cambio se dispara por encima de lo previsto desencadenará mayores presiones inflacionarias y eso es un descalabro para la política del Banco de México. Por esto ha estado aumentando el corto y provocando el alza de la tasa de interés, por lo que se convierten en un freno a la actividad económica.

Por estas razones es que la cuestión importante es si estos resultados preliminares de la economía se van a mantener a lo largo del año. Hay indicios de que no será así. El primero es el comportamiento de la inversión privada, la cual ya tiene tres años cayendo: en 2001, 2002 y 2003 se redujo 5.9, 4 y 5.7 por ciento, respectivamente. Quizás el primer trimestre de 2004 la caída de la inversión sea menor. Y este es otro indicador alarmante sobre el desempeño económico de México.
Además, la baja de competitividad de la economía mexicana en el concierto mundial es indiscutible. En el periodo 2000 a 2003, el déficit comercial con Europa pasó de 10 a 14 mil millones de dólares. El déficit con China pasó de 2 a 9 mil millones de dólares en ese lapso. El pesado déficit en la balanza comercial no puede absorberse, a pesar del dogma oficial de que el motor del "crecimiento" son las exportaciones. Sólo las remesas de nuestros compañeros migrantes nos ayudan a mitigar la actual situación económica, todo esto nos muestra nuevamente los rasgos de la crisis, y es una muestra más de la urgencia de un cambio de fondo de la política económica.

En la búsqueda por abandonar la paralización económica y el empobrecimiento social en que se encuentra nuestro país, agravado por una recesión que se ha alargado demasiado, es impostergable la defensa de la democracia lograda y hacer de la estabilidad política y social un eje de reflexión para evitar caer en un mayor riesgo de ingobernabilidad y construir mayores espacios para la transformación del modelo de sociedad.

Hasta el día de hoy subsiste una decepción en la política y en la democracia, propiciada por el comportamiento insensible y errático de los actores políticos y la falta de resultados concretos en materia social y económica, creando un mayor sentimiento de desesperación social.

Lo que se traduce en un desencuentro cada día mayor entre los partidos, los diputados y senadores con la población, generándose una animadversión hacia los partidos por la imagen que presentan hacia la sociedad, de partidos incapaces de renovarse y modernizarse, e inmersos en luchas intestinas que erosionan su prestigio y autoridad ciudadana, partidos copados por grupos de poder, liderazgos personales.

Este protagonismo de las corrientes o facciones y los caudillos han impedido el desarrollo y consolidación de verdaderos partidos democráticos. Aunado a lo anterior, el privilegiar el potencial de los medios de comunicación y el marketing político, y la exaltación de la publicidad y la imagen en lugar de impulsar plataformas ideológicas-políticas claras y definidas, genera la impresión de que los partidos funcionan más como cotos de poder que plataformas políticas.

Esta combinación de abstencionismo y desafección política fueron las características del contexto político en el cual se desarrollaron las elecciones del 2003, generando indiferencia y pasividad política en un electorado no partidista como un actor reactivo y ambiguo, y como contraparte el electorado partidista se caracteriza por la lógica del intercambio político que le permite negociar lealtad por recursos de vida inmediata. Esta ha sido la relación clientelar, patrimonialista y corporativista que caracterizo al PRI y, que el PRD, tiende a reproducir.

Una situación parece estar más clara, es que los distintos partidos políticos están poniendo a prueba sus estrategias políticas en función de la contienda electoral del 2006, es decir, están midiendo sus fuerzas los distintos grupos políticos. Por consiguiente, una conclusión política es que nadie parece estar dispuesto a asumir los costos políticos que implican las reformas estructurales.

De ahí que la estrategia por parte de los diversos actores políticos resida en trabajar con miras a la renovación presidencial en el 2006. Ante este escenario de la sucesión adelantada, lo que predomina en la escena política, es el hecho de que los diferentes grupos de la clase política buscan a toda costa posicionarse en esta carrera, antes que nada domina la lucha por el poder ya que no se atienden las prioridades nacionales con una visión de Estado, sino se privilegia la obtención de victorias individuales, de cara a la construcción de una candidatura.

En un contexto de confrontaciones políticas múltiples, agudizado por una sucesión anticipada, se avizora el riesgo cada vez más grave de la ingobernabilidad, toda vez que el gobierno no tiene el control del país, por la acumulación de conflictos y divergencias coyunturales. Por lo que la carrera sucesoria se convierte en un factor más de inestabilidad, en nuestra incipiente democracia.

Esta democratización por la vía electoral ha producido cambios importantes en la vida política nacional; el ejecutivo federal perdió poder, el congreso ha cobrado relevancia, las resoluciones del poder judicial tienen incidencia efectiva y los gobernadores y presidentes municipales juegan hoy un papel activo en la vida política nacional; asimismo, los actores políticos se han diversificado, ya no tiene cabida el gobierno de una sola fuerza política, hemos transitado de un partido hegemónico a la implantación de la pluralidad; los movimientos sociales, los sindicatos, los intelectuales y la opinión pública se disputan con las fuerzas políticas la interlocución política y la agenda nacional.

Por lo que es indispensable reconducir esta trifulca por caminos más constructivos, atendiendo antes que nada a las prioridades nacionales, y las obligaciones sociales para con los trabajadores. El país reclama la construcción de acuerdos, el establecimiento de canales de negociación entre los diferentes actores y fuerzas políticas para procesar realmente una transición democrática, ante la estrechez del contenido programático de los partidos, la pobreza de sus ofertas para plantear y resolver los grandes problemas nacionales y el empecinamiento del presidente Fox con su proyecto neoliberal conservador de reformas estructurales, que son en esencia más de lo mismo, es decir, la continuidad de las reformas introducidas por los regímenes priistas, que en lo fundamental sacrifican el cambio democrático en aras de un modelo económico ya superado.

Es por estas razones que las organizaciones sociales de los trabajadores asumimos el reto democrático y social que otros actores sociales no han realizado y que, además, ante los conflictos de las elites políticas y la falta de un proyecto político capaz de generar una "nueva mayoría", estamos llevando a cabo una reflexión sistemática y un debate franco sobre las prioridades nacionales, que contribuyan a crear una nueva mayoría capaz de aglutinar a los trabajadores del campo y la ciudad y a los integrantes de los diversos partidos. Porque esta es una oportunidad para el sindicalismo y la izquierda de avanzar en la construcción de un movimiento social que construya un nuevo Pacto Social, asentado en la equidad y la justicia social, capaz de impulsar la Reforma Social y Democrática del Estado.


TAREAS Y DESAFÍOS DESDE LA ACADEMIA Y EL SINDICALISMO UNIVERSITARIO

Miguel Sánchez Mayén

El actual México social y político está marcado por desafíos de grandes dimensiones, cuyas problemáticas responden a otros tantos factores, unos de reciente cuño y otros que arrastra en su historia, en donde los protagonistas sociales que han intervenido, en sus distintos momentos, han asumido con plenitud o remanentes, las exigencias e intereses para los que fueron convocados.

Primeramente, existe una crisis económica cuyo comienzo se ubica con la devaluación del peso en 1976, y se fue acentuando a fines de los ochenta, donde la economía dependía sobremanera de la extracción petrolera. Al mismo tiempo, con los gobiernos de corte neoliberal, se implantó dicho esquema, con el cual se resolvería estado de crisis y se emprendería el desarrollo del país.

La doctrina neoliberal aplicada desde entonces, no es otra cosa sino la llamada globalización, que junto al Tratado de Libre Comercio (TLC), de enero de 1994, cuyo eje normativo se basa en que se deben colocar todos los elementos materiales y espirituales en el mercado internacional y que los estados deben de dejar de actuar en la regulación económica y sí propiciar la libre circulación de las mercancías en el mercado, el que a la vez exige la desaparición de las fronteras nacionales.

Desde los inicios de este periodo neoliberal en nuestro suelo mexicano, se han hecho reformas constitucionales, a las leyes secundarias, a través de convenios específicos o reglamentos, con el afán de que el capital transnacional principalmente norteamericano, tengan preeminencia en esferas productivas prioritarias o en el sector financiero, ejemplo de ello son las modificaciones al artículo 27 constitucional, referente a la propiedad de la tierra, el suelo y subsuelo, así como también, entre otras, la desaparición, limitación o conculcación de organismos estatales abocados a la asistencia social.

Dicha crisis también se ha reflejado en la reducción de la planta industrial, el cierre de empresas, el utilizar la mano de obra barata en complejos maquiladores de capital volátil.

Parecería que la presidencia foxista y su gabinete de técnicos de la política, siguen a pie juntillas los lineamientos de los regímenes anteriores, pues suponen que la crisis la pueden paliar con sólo alentar aquellos tres o cuatro elementos que han implementado para allegarse reservas económicas; estos son el estar a expensas de los dividendos producto de la extracción petrolera; la llegada de las remesas monetarias de los conacionales que laboran en Norteamérica; la venta de los servicios turísticos y un elemento más que podría agregarse sería el achicamiento de las empresas estatales o paraestatales, su liquidación o venta y, por supuesto, el despido de la plantilla burocrática.

La aplicación de lo anterior no es más que un reflejo de la carencia de proyecto para el país por parte del actual gobierno conservador y de la derecha panista. En lo que hace a la cuestión política, a tres años de asumir la Presidencia el candidato de la derecha y grupos conservadores, el voceado "cambio" o la llamada "transición", han tenido un desenlace incierto, marcado por la parálisis y la falta de continuidad para desenvolver el anhelado recambio partidario. Es más, lo que pulula por doquier es el raquitismo ideológico y la falta de formación política para generar y aplicar planes y programas de gobierno, que prevén cierta perspectiva que dé salida a la crisis actual.

Es más, lo que cunde en los diversos niveles de gobierno y administración federal, estatal o municipal es el descrédito, oportunismo, mediocridad, nepotismo, corrupción y alejamiento de las necesidades e intereses de la población en general, estos rasgos negativos han hecho que entre la opinión pública se considere al ejercicio político como una cuestión sucia y perversa. En otras palabras, lo que existe es un vacío de poder y una severa crisis de la clase política en todas sus tendencias, desde la derecha hasta la izquierda.

Ahora bien, en lo que respecta a la aplicación de los presupuestos del gobierno, éstos han disminuido en el rubro de los servicios sociales, salud vivienda, educación. En particular en el área de la educación, en sus diferentes niveles, se ha llegado al extremo de asfixiar áreas fundamentales y estratégicas en donde se genera conocimiento e investigación necesaria para el desarrollo del país. Se ha venido priorizando, con el afán mercantilista y maquilador, a la educación tecnológica, fomentado la creación de institutos, centros y universidades tecnológicas a lo largo del territorio nacional, en detrimento de las universidades públicas, a las cuales se les limita y condiciona el financiamiento.

Es en este contexto general y en el ámbito de la educación media superior y superior, en particular, que el sindicalismo universitario, en sus diversas agrupaciones y tendencias, actúa normado por su razón de ser en aras de defender la materia de trabajo que no es otra, si no, la existencia de las mismas universidades, así como los intereses gremiales y profesionales, aunque también puede asumir como organización social, el convocar al análisis, la reflexión, la generación de proyectos y programas de consenso entre la diversidad de opiniones, corrientes y tendencias, en fin, ser un vehículo para discutir los grandes problemas nacionales, posibilitando la creación de alternativas que pudieran coadyuvar para superar la situación actual.

Continúa

 
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