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CUADERNOS DE EDUCACIÓN SINDICAL # 54 UN MUNDO PARA NIÑOS NO PARA ESCLAVOS Armando Altamira Gallardo |
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SECRETARIO GENERAL: Agustín Rodríguez Fuentes ELABORACIÓN DE LOS CUADERNOS: Alberto Pulido Aranda, Agustín Castillo López, Armando Altamira Gallardo, Ángel Granados Velasco, y Amparo Almazán. DISEÑO. FORMACIÓN Y CAPTURA: Gabriela Esther de Dios, López IMPRESIÓN: Nicolás arnulfo Jiménez Galindo y Pedro arnulfo Jiménez Delgadillo TRABAJO DE APOYO: Gabriel Caballero y Fidel Reza Distribución gratuita Abril de 1998 |
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Construir un mundo en el que los niños estudien En la actualidad hemos podido constatar ideas que encierran las palabras del Dr. Martín Luther King. En los últimos decenios, las empresas transnacionales y la banca organizaron un mercado para nuestro vecindario global. Tanto los capitales como las monedas han sido dereguladas. Las empresas de acción mundial recorren el globo en busca de mano de obra barata, por lo cual construyen sistemas mundiales de comunicación, de producción, distribución y comercialización. Los gobiernos, por su parte. Han reducido sus barreras comerciales, han desmantelado sus reglamentos y han privatizado sus recursos. Lo anterior lo expresó John J. Sweenev, presidente de la Federación americana de Trabajo-Congreso de Organización Industrial AFL-CIO, de los Estados Unidos de Norteamérica, en la conferencia que se llevó a cabo el jueves 22 de enero en el auditorio Alfonso Caso, de ciudad universitaria. y que estuvo presidida por Agustín Rodríguez Fuentes, Secretario general del Sindicato de Trabajadores de la UNAM. El STUNAM ha tenido un profundo interés en revisar sus actuaciones en el ámbito sindical nacional y mundial. En función de ello se han estado desarrollando algunas actividades que van orientadas a tener intercambio de experiencias a nivel sindical. John J. Sweeney es presidente de una de las centrales mas importantes de Estados Unidos que representa a más de 11 millones de trabajadores. “significa esto, dijo Agustín Rodríguez Fuentes, que hoy tenemos la oportunidad de poder escuchar experiencias de un país altamente capitalista sobre procesos de trabajo y sindicales y las normas que rigen los aspectos laborales. Arturo Bonilla Sánchez, investigador de la UNAM, dijo que la conferencia abre una nueva dimensión y perspectiva de colaboración e incluso de lucha toda vez que hoy día la humanidad está imbuida en un proceso de guerra comercial, financiera, tecnológica y científica que, en general, podríamos encuadrar en un par de conceptos como una guerra económica de carácter mundial en la que el factor principal, que está como sustrato en el desarrollo de todo este enorme conflicto, es el incremento de la productividad, de la población asalariada de todo el mundo. Por ejemplo China, siguió diciendo, y el partido comunista chino anunciaron en su congreso de octubre que calculaba despedir a 10 millones de trabajadores en 1997 y a otros 20 millones de trabajadores en 1998. Esto conlleva a que en el interior mismo del desarrollo de la civilización moderna sean los trabajadores los que sufran la carga principal de los aumentos de la productividad cuyas ganancias son lanzadas al mundo financiero y cada vez más al mundo especulativo con sus paraísos fiscales. Finalmente John J. Sweeney expresó que “Juntos podemos construir un mundo a imagen de nuestros más caros valores y de nuestros sueños más sublimes. Un mundo en el que los niños puedan reforzar sus mentes en sus salones de clases y en vez de forzar sus músculos en minas y fábricas. Un mundo en el que todo hombre y mujer pueda trabajar con dignidad. Un vecindario mundial transformado en una hermandad mundial. Los invitamos a unirse a nosotros. Ha llegado el momento de comenzar”. Agustín Rodríguez Fuentes El Sindicato de Trabajadores de la Universidad Nacional Autónoma de México ha tenido un profundo interés en revisar nuestras actuaciones en el ámbito sindical mundial y en el ámbito sindical nacional. En atención de ello hemos estado desarrollando algunas actividades que van orientadas precisamente a tener este intercambio de experiencias a nivel sindical. Quiero en este contexto, presentarles a ustedes, al señor presidente de la Federación Americana de Trabajo quien dará una conferencia, para ustedes, sobre estas experiencias de carácter sindical. El es presidente de una de las centrales más importantes de estados Unidos de Norteamérica que representa aproximadamente a 14 millones de trabajadores. Significa esto, que hoy tenemos la oportunidad de poder escuchar experiencias de un país altamente capitalista sobre los procesos de trabajo, los sindicales y las formas que rigen los aspectos laborales.
Arturo Bonilla Sánchez, académico del Instituto de Investigaciones económicas de la UNAM Esta conferencia es un evento que abre una nueva dimensión, incluso también de lucha. Esto no lo digo como un mero convencionalismo sino convencido profundamente de que hoy día la humanidad está enlazada, imbuida, sometida, a un proceso de guerra comercial, financiera, tecnológica, científica. Y en general podríamos encuadrarla en un par de conceptos como una guerra económica de carácter mundial en la que el factor principal está como sustrato en el desarrollo de todo este enorme conflicto que es el incremento de la productividad, de la población asalariada de todo el mundo. Por ejemplo: China y el partido comunista chino anunciaron, en su congreso de octubre, que calculaban despedir a 10 millones de trabajadores en 1997. Y a 20 millones de trabajadores en 1998. Es decir un total de 30 millones de desocupados porque China necesita lanzarse con mayor agresividad comercial compitiendo contra Japón Corea, Estados Unidos y Europa, sobre todo en la parte occidental encabezada por Alemania. Esto conlleva a que, en el interior mismo del desarrollo de la civilización moderna, sean los trabajadores los que llevan la carga principal de los aumentos de la productividad. Productividad que se va manifestar en una creciente capacitación de ganancias que no entran cabalmente al aparato productivo sino que son lanzadas al mundo financiero y cada vez más al mundo financiero de carácter especulativo, con sus paraísos fiscales. Ahí van a dar el fruto y el esfuerzo de los aumentos de la productividad de todos los trabajadores del mundo para cada vez acrecentar la ganancia del capital especulativo. Y esto que esta ocurriendo en el sureste asiático, y que vemos en Américalatina, incluyendo a nuestro país, de estos colapsos. es el producto de la abundancia de capital financiero líquido que no encuentra forma de ubicarse de manera productiva en tas diferentes áreas del planeta de una manera completa. Y. hoy día, los programas de todas las empresas, y de la instituciones, en seguir elevando la productividad que, con un marco actual, se traducirá en un cada vez mayor aumento no sólo del capital productivo sino del especulativo que está lanzando al mundo completo a una situación de crisis. El papel que deben jugar los trabajadores es el de ser cada vez más conscientes de que así como son ellos los que aumentan la productividad, ellos tienen que contribuir a modificar este estado de cosas que, como efecto de bumerang, nos está golpeando en todas partes del mundo. JOHN J. SWEENEY Permítanme antes que nada expresar mi gratitud por su invitación para dirigirme a todos ustedes, estudiantes, profesorado e invitados de tan ilustre universidad y para compartir con ustedes algunas ideas, a nombre de los 13 millones de hombres y mujeres trabajadores de los Estados Unidos, miembros de la AFL-ClO. Quisiera expresar mi muy especial agradecimiento a Agustín Rodríguez, Secretario General del Sindicato de Trabajadores de la Universidad Autónoma de México, artífice de esta reunión. Hemos venido a México para reunimos con los dirigentes de los sindicatos mexicanos y con las fuerzas democráticas y juntos encontrar la mejor manera de trabajar unidos. Además, tengo el privilegio de contar con la compañía de dos grandes dirigentes de trabajadores de mi país. Permítame presentados: el presidente del Sindicato de los Trabajadores Metalúrgicos, George Becker, quien encabeza también nuestro comité de política económica y a Jay Mazur, presidente de UNITE, director de nuestro comité de comercio. Ambos han sido esenciales en los esfuerzos del movimiento sindical norteamericano por cambiar y crecer, como respuesta a los enormes retos que Enfrentamos. En mi país entero celebramos esta semana el aniversario del natalicio del Dr. Martin Luther King, líder del movimiento en pro de los derechos civiles y noble adalid por la justicia en el mundo entero. El Dr. King solía decir que vivimos en un solo mundo. La revolución en la ciencia y en la tecnología, en las comunicaciones y el transporte, transformaron a nuestro planeta en un solo vecindario, decía. Pero también nos advirtió sobre el hecho de que se está dando una separación creciente entre la abundancia científica y técnica y nuestras carencias espirituales. Hace treinta años nos advirtió que si no aprendemos a vencer estas carencias, probablemente lleguemos a tener más riquezas materiales, pero moralmente seremos más pobres. Debemos aprender a actuar juntos, o juntos caer todos. En la actualidad hemos podido constatar la verdad que encerraban sus palabras. En los últimos decenios, las empresas transnacionales y la banca organizaron un mercado para nuestro vecindario global. Tanto los capitales como las monedas han sido dereguladas. Las empresas de acción mundial recorren el globo en busca de mano de obra batata, para lo cual construyen sistemas mundiales de comunicación, de producción, distribución y comercialización. Los gobiernos, por su parte, han reducido sus barreras comerciales, han desmantelado sus reglamentaciones y han privatizado sus recursos. Estos mercados mundializados difunden sus promesas por doquier. Se nos dice que los mercados agrandados producen crecimiento. El crecimiento genera nuevas industrias, nuevos empleos, nueva riqueza. Se nos asegura que con el tiempo todo esto redundará en mayores salarios y menos pobreza. Durante esta última década los tigres asiáticos - es decir, los “países recientemente industrializados” de Asia como Taiwan, Corea del sur, Indonesia, Singapur. Tailandia, o Malasia - nos fueron señalados repetidamente como prueba de tal promesa. Ahí disminuyó la pobreza, los salarios crecieron; hubo millones de personas beneficiadas con nuevas oportunidades. Los gobiernos fuertes — frecuentemente de índole autoritaria - limitaron las desigualdades extremas, mientras lograban un crecimiento económico notable. Actualmente en lo que en el calendario chino es el año del tigre, todas estas promesas han quedado desmentidas. El mismo shock que sacudió a México en 1995 afecta actualmente a gran parte de Asia. Las economías emergentes han quedado sumergidas en un mar de tinta roja. Una vez más reventó la burbuja especulativa. El capital se está retirando, las monedas y las bolsas de valores se están desplomando. La crisis inmediata puede ser restañada, pero el costo real bancarrotas, desempleo masivo, una clase media abrumada, revueltas políticas y sociales, apenas se están insinuando en nuestro futuro. Aquí en México los acontecimientos de Asia deben parecerles una pesadilla recurrente, a pesar de que algunos sugirieron que la respuesta que despertó la crisis del peso en 1994 ofrecía un buen modelo para las naciones asiáticas. ¿Un buen modelo? Si claro, se les decía a los inversionistas. Los tenedores de tesobonos no perdieron su inversión. El Tesoro de los Estados Unidos recuperó sus préstamos por adelantado y con buenos intereses. Las inversiones han comenzado a retomar a México. Pero calificar de exitosa la ayuda nos recuerda al tristemente célebre ministro de finanzas brasileño en los años 70, quien al preguntársele acerca de la economía de su país, respondió: “La economía está estupenda, la gente es la que anda mal”. Ustedes seguramente conocen mejor que yo el costo que el colapso ha tenido para México: millones de trabajadores que han perdido su trabajo, miles de pequeñas empresas en la quiebra, los índices de pobreza y de criminalidad en aumento, alzamientos políticos y sociales. Los salarios reales promedio de los trabajadores industriales quedaron disminuidos en un tercio. El país quedó más endeudado y fue ahí donde realmente comenzó la crisis. Si esto es el éxito, cuesta trabajo imaginar lo que sería el fracaso. También los trabajadores de mi país tuvieron que pagar el precio de esto. Miles de trabajadores norteamericanos perdieron sus empleos, tal como ocurrió a consecuencias del TLC. Esto contribuyó al estancamiento de los salarios que continuamos padeciendo en medio de una economía Fuerte. Por desgracia el Fondo Monetario Internacional está aplicando el mismo remedio a Asia que el recetado anteriormente a México. El FMI (médico para emergencias de la economía mundial) no conoce más que un solo remedio para todos los males. Siempre trata de restaurar la confianza de inversionistas y especuladores, aplacar a los veleidosos señores de las finanzas, acudiendo en ayuda de aquellos cuyos préstamos corren riesgos. A continuación le pasan la cuenta del tratamiento a los trabajadores por doquier, bajo forma de salarios reducidos, pérdida de empleos y esperanzas destrozadas. Pero tal como lo vimos en México y como lo estamos viendo una vez más en Asia, estas curaciones standard no hacen sino alimentar la enfermedad que pretende curar. El Fondo es corno los médicos medievales en tiempos de la plaga negra, que aplicaban siempre el único remedio que conocían: sangrar a sus pacientes. Claro que con estos diseminaban más el contagio que intentaban contener. Secretario del Tesoro de los EEUU muy sabiamente nos ha prevenido contra el ‘peligro moral” que entrada el apoyo aportado por el FMI a los especuladores temerarios cuando les va mal en sus apuestas. En la nueva economía mundial tipo casino, esencialmente les estamos diciendo a los más grandes jugadores que pueden embolsarse sus ganancias, y que la casa les cubrirá sus pérdidas. Esto es una invitación a cometer mayores locuras, no a obrar responsablemente. Sin embargo, a pesar de toda la atención que se le está dando al peligro moral que constituye rescatar de sus problemas a los especuladores derrochadores, se olvida el peligro inmoral de forzar a las familias trabajadoras de sufrir las consecuencias Los financiamientos del FMI van atados a condiciones que obligan a los países a aplicar crueles medidas de austeridad a sus pueblos: elevar sus tasas de interés, reducir el crecimiento, desmantelar los sistemas de asistencia pública, reducir los salarios, vender sus bienes a precio de ganga. Este peligro inmoral no puede justificarse ni se le puede ya ignorar. Esta misma semana el Papa Juan Pablo II distingue a nuestro continente con una visita a Cuba. Vale la pena recordar sus palabras de 1991, en ocasión de la encíclica Censimus Annua. Es posible, advirtió, “que las cuentas financieras queden en orden, mientras que a la gente... se le humilla y ofende en su dignidad” En los dos últimos decenios el resultado de estas políticas se han manifestado bajo forma de la aparición de males que habían sido considerados ilegales desde los tiempos de las máquinas de vapor, resurgir de una manera virulenta en la era de los microchips: trabajo infantil, encarcelamiento de trabajadores, obreros prácticamente vendidos con sus patronos y el vasallaje. Hemos visto un enorme incremento en las desigualdades de los ingresos y la riqueza, y en la discriminación. Pero veamos más allá de la crisis del día en Asía, para observar los efectos de dos décadas de globalismo corporativo irrestricto. En nuestro continente la riqueza de unos cuantos y las de en los salarios nunca estuvieron peor. Los salarios reales de los trabajadores han estado bajando en todo el continente, tanto en países ricos como pobres. Las desigualdades masivas minan la democracia. Unas cuantas islas de riqueza material no pueden sobrevivir por mucho tiempo en los mares de privaciones. Este peligro inmoral - como nos lo enseñan las crisis de México y de Asia — no sólo es una hIta de ética sino que también está económicamente mal. George Soros, el multimillonario operador de capitales y quien conoce los mercados mejor que nadie, lo llama la amenaza capitalista. Si damos un vistazo alrededor del mundo veremos que Rusia está plagada por cierto tipo de capitalismo gangsteril. África de plano no la toman en cuenta los planeadores corporativos. Japón está hundido en la recesión. Europa ha estado estancada. Los tigres asiáticos están en crisis. Hoy en día incluso Alan Greenspan, el presidente conservador de la Reserva Federal, el más cauteloso de los banqueros centrales especula abiertamente sobre el peligro de la deflación es decir, de los precios a la baja que nos pueden llevar una depresión mundial. Las raíces de esta crisis radican en el sistema globalizado mismo. A la vez que van forjando e mercado mundial, codificando sus reglas en acuerdos tales como el TLC y en instituciones tales como la Organización Mundial del Comercio, las grandes empresas y la banca protegen la propiedad, pero el riesgo se lo dejan a la gente. las transnacionales han logrado eludir las reglamentaciones que rigen la mano de obra, el consumo y el medio ambiente. Los sindicatos y otras organizaciones populares han sido debilitadas y muchas veces incluso proscritas. Los gobiernos, despojados de sus medios naturales, están en malas condiciones para resistir los embates de los capitales especulativos. Bajo tales condiciones, la competencia con demasiada frecuencia se convierte en una carrera al abismo, ya que las grandes empresas hacen competir a los países endeudados entre si, negocia con ellos la mano de obra más barata, las condiciones menos restrictivas en la protección del medio ambiente y de seguridad. Así, la nueva economía globalizada está amenazada por sus propios excesos. Jack Welch, el Presidente de la General Electric, afirma que existe un de capacidad en toda industria globalizada. En los EEUU, a principios de este siglo, el pionero del automovilismo, Henry Ford, decidió pagar mejor que sus competidores a sus trabajadores. Cuando le preguntaron por sus motivos, respondió que le costaría mucho trabajo vender sus autos si sus propios trabajadores no se los podían permitir. Como dice el líder sindical Walter Reuther, no se puede tener una economía con automóviles pagando salarios bicicleteros. En la actualidad ese sentido común se ignora, para nuestra desgracia. No basta ir dando tumbos de crisis, no dejando más que ruinas a su paso. La respuesta no reside en calmar al capital sino en acorralarlo. No devaluar monedas en forma competitiva sino regularlas en forma sensata. No en obligar a la austeridad, sino fomentar el crecimiento. En obligar a las grandes empresas a ser más responsable y a darle poder a los trabajadores y a las democracias. Un sindicalismo fuerte, una prensa libre, una sociedad civil viva y vibrante, protección al medio ambiente y al consumidor, todo esto es vital para cualquier economía. En Asia los países que se están recuperando con mayor celeridad son aquellos cuyas instituciones democráticas les dan cierta medida de responsabilidad, como Corea del Sur y Ahí Los regímenes autoritarios como el de Indonesia, continúan deteriorándose, ya que las crisis económicas inevitablemente producen crisis políticas. En Asia el único país en el que el FMI ha tenido que moderar sus condiciones es Corea del Sur. Ahí los sindicatos independientes obligaron al director del Fondo a sentarse con ellos para explicarle cómo opera su mercado laboral. Insistieron en que el Fondo y el Gobierno aceptaran una reunión tripartita, con la participación del gobierno, sector privado y los trabajadores para buscar una protección mínima para la gente trabajadora en los difíciles días por venir. El Dr. Martin Luther King aseguraba que teníamos que crear una hermandad mundial para poder prosperar en el vecindario que es el mundo. Hla llegado el momento de un internacionalismo nuevo; un internacionalismo que no se defina de arriba hacia abajo sino de abajo hacia arriba. Sindicatos miembros de la AFL-ClO unidos a los trabajadores mexicanos y americanos en los campos de fresas de California para organizar, sindicatos, para efectuar negociaciones colectivas, para declarar huelgas sin temor a ser deportados o a ser despedidos, eso es un nuevo internacionalismo. Comunidades de ambos lados de nuestra frontera común que se unen para impedir el derrame de desechos tóxicos y el envenenamiento de nuestras aguas y los horrores de los centros de trabajo donde se explota el trabajo infantil, eso es el nuevo internacionalismo. Vivimos en países diferentes pero nos enfrentamos a las mismas dificultades, a los mismos adversarios y tenemos que pelear las mismas batallas. Todos estamos luchando para asegurarnos de que los valores humanos sean respetados en una economía que es de alcance internacional y que es más implacable que nunca antes. Nos encontramos en el inicio mismo de una lucha renovada por la libertad. Ya en el otoño pasado presenciamos la primera escaramuza cuando se trató de aprobar el “Fast Track” (vía rápida) en los EEUU. Nos opusimos a la vía rápida en acuerdos comerciales que protegen la propiedad y no a la gente. Insistimos en que los acuerdos comerciales deben garantizar los derechos laborales, incluir medidas de protección del medio ambiente tanto como los derechos de propiedad. Nos opusimos a que el Presidente, los líderes del Congreso, las grandes empresas, el peso que tienen las opiniones editoriales impusieran sus deseos. Movilizamos a hombres y mujeres trabajadores a lo largo y lo ancho del país y ganamos, tanto ante el Congreso como ante la opinión pública. Ahora, tras el colapso asiático, el nuevo internacionalismo está adquiriendo un cariz de extrema urgencia. El mercado global debe quedar sujeto a reglamentaciones antes de que colapse por sus propios excesos. Si no es en esta crisis, tal vez será la próxima, o la que seguirá después de esa. Todo esto sólo podrá lograrse si los trabajadores de todo el mundo se unen, se enfrentan a sus enemigos comunes y luchan. Antes de cambiar el mundo tenemos que comenzar por cambiar nuestras actitudes. No podemos darnos por satisfechos con representar a partes menguadas de la fuerza de trabajo de nuestros países. No podemos darnos por satisfechos con representar a nuestros afiliados para discutir condiciones de trabajo o salariales mientras los patrones sean los únicos que puedan determinar sí, dónde y cómo van a invertir la riqueza que nuestro trabajo produce. Estoy ante ustedes este día porque el movimiento laboral de los Estados Unidos decidió no resignarse a petrificarse y morir, sino cambiar y crecer. Estamos organizándonos a una escala y a un ritmo sin precedente. Estamos movilizando la voz de los trabajadores en el proceso político en forma más activa e independiente que nunca antes. Estamos luchando por ganar una voz más fuerte para los estadounidenses trabajadores en las decisiones que conforman su vida, desde la fábrica hasta las oficinas ejecutivas. A la vez, estamos estableciendo contactos con nuestros aliados en el mundo para juntos llevar a cabo nuestra misión común más agresiva e imaginativamente que nunca. Queremos trabajar con nuestros compañeros de todo el movimiento sindical mexicano, con nuestros amigos y con nuestros aliados, demócratas y amantes de la libertad en toda la sociedad mexicana. Queremos desarrollar estrategias de organización y de contratación de ambos lados de la frontera. Queremos unirnos a ustedes para organizar a los trabajadores de las maquiladoras, comenzando con garantizarles un sindicato autentico a los obreros de Han Young en Tijuana. Vamos a unirnos con sindicatos del mundo entero para definir un programa común que sea un reto para los peligros morales e inmorales del mercado global y que abandone la locura que representa la economía desreglarnentada de casino. Comencemos por exigir una cláusula social en todo acuerdo comercial que se firme en nuestro continente. En nuestro vecindario global se les debe exigir a las compañías que cumplan con las normas internacionales de la simple decencia. Sólo así podremos asegurarnos de que la economía global nos haga subir y no que nos arrastre a todos al abismo. Hemos escuchado las argumentaciones que se esgrimen contra los derechos de los trabajadores y de La protección social, argumentos cínicamente calculados para mantenemos separados. Esta es la realidad ninguna sociedad se beneficia con la explotación de sus niños en vez de educarlos. Ninguna sociedad se beneficia con el empobrecimiento de su clase trabajadora en vez de llevarlos al poder. Ninguna cultura ni creencia condona la esclavitud, la explotaci0n el encarcelamiento de los trabajadores que buscan organizar sindicatos. En la carrera hacia el fondo, todos salimos perdiendo. Todo esto podría parecer un sueño imposible, pero en nuestros tiempos hemos visto el poder de una idea cuyo tiempo de madurar le ha Llegado. Lo vimos en Selma, Alabama, con el Dr. King. Lo vimos en Soweto. Lo vimos en Gdansk. En los últimos meses lo vimos en las calles de París, de Bonn, de Brasilia. Lo vemos en el apoyo popular que reciben igual los trabajadores del sector público en Francia que los trabajadores de la UPS en los EEUU. Lo vemos en el gran valor de los sindicatos coreanos, que están pidiendo un lugar a la mesa en medio de su crisis actual. En todo el mundo hombres y mujeres están luchando por defender su dignidad ante aquellos que conocen el precio de todo y el valor de nada. El camino es largo y empinado. Las trampas son muchas. Los defensores de los privilegios resistirán con todas sus fuerzas. Pero no nos engañemos: se está formando una marejada con la gente que demanda justicia. Cuando la gente trabajadora se reúna más allá de sus fronteras de cultura, lengua, raza y credo entonces tendremos asegurado el triunfo. Hay quienes nos aconsejan paciencia, que le demos tiempo a la economía y las cosas mejorarán. Pero el tiempo, como nos enseñó el Dr. King, es algo neutral que se puede usar constructiva o destructivamente. Nos enseñó que el progreso de la humanidad “nunca está montado en las ruedas de la inevitabilidad. Se logra con el incansable esfuerzo y a labor persistente de individuos dedicados”. Se logra con el compromiso apasionado con la justicia y la disposición para luchar por lo que es correcto. Juntos podemos construir un mundo a imagen de nuestros más caros valores y de nuestros sueños más sublimes. Un mundo en el que los niños puedan reforzar sus mentes en sus salones de clases en vez de forzar sus músculos en minas y fábricas, Un mundo en el que todo hombre y mujer pueda trabajar con dignidad. Un vecindario mundial transformado en una hermandad mundial. Los invitamos a unirse a nosotros. Ha llegado el momento de comenzar.
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