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CUADERNOS DE EDUCACIÓN SINDICAL # 10 UN DÍA DOS DE OCTUBRE DE 1968 |
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Octubre
de 1984 Secretario
General: Evaristo Pérez Arreola Distribución Gratuita |
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Cambio de actitudes Un Día Dos de Octubre de 1968 PRESENTACIÓN Para los que tuvimos la suerte de vivir nuestra adolescencia, inmersos en las históricas jornadas que creó el movimiento estudiantil de julio-noviembre de 1968, en el que nos enfrentamos a cambios emocionales altamente significativos que enraizaron en nuestra conciencia y en la de miles de estudiantes y pueblo en general, que de manera conciente se atrevieron a levantar la voz, en contra de un estado de cosas, corroído hasta la médula espinal, por el engaño, la incertidumbre y los pseudo valores éticos impuestos por una llamada , revolución mexicana institucionalizada en el poder sexenal. Si las grandes movilizaciones, que recorrieron multitudinariamente las calles de la Ciudad de México, marcaron huellas profundas en nuestra actitud hacia la vida, la explosión del dos de octubre nos infligió una lección pocas veces aprendida en la práctica política. Ese día vimos por primera vez lo que eran capaces de hacer los soldaditos de plomo, comandados por oficiosos titireteros. Ese dos de octubre supimos en verdad la seria dificultad que significa, el emprender una lucha por alcanzar un cambio social. Ese dos de octubre de 1968, cuando me encontré en medio de la metralla, temblando, agazapado entre las ruinas prehispánicas, con acompañantes fortuitos, por una madre –muy joven por cierto- y su pequeña hija y por dos militares, un oficial y otro raso. en medio de la confusión, la niña, tal vez de unos 5 ó 6 años, -qué carajos importa la edad- se atrevió con sus llantos desesperados a turbar al sargento, el cual mecánicamente le apuntó con su escuadra y con dos tiros certeros ya la vez infames, silenció para siempre a la pequeña, la recuerdo bien, venia vestida con su uniforme escolar. Segundos después, la madre desesperada e histérica trató de proteger a su hijita, creyendo tal vez que todavía respiraba. El valiente sargentillo, con los ojos enrojecidos de ira o por algún enerbante, volvió a utilizar su arma con precisión, sonó un disparo más y la madre cayó al suelo, sin vida. Estas vivencias, no cabe la menor duda, curten a uno y lo llenan de una nueva actitud hacia la vida. Hoy, Para recordar estos hechos sangrientos, hemos escogido textos de Oriana Fallai y de Carlos Monsivais. Así, como el contenido de dos desplegados de protesta, uno del Consejo Nacional de Huelga y de Intelectuales Franceses. ALBERTO
PULIDO A. De La Voz de México:* Por Oriana Fallaci: "Llegué a las 4:45 y la plaza estaba casi llena. Subía ala terraza del tercer piso del edificio en que se hallaban los líderes, sorprendiéndome al ver sólo a unos cuantos, Uno de ellos, que se notaba muy nervioso, dijo que se había demorado porque carros blindados y camiones llenos de soldados estaban desalojando a la gente de la plaza. "Los líderes tenían planeado anunciar una huelga de hambre, para luego marchar a las instalaciones escolares ocupadas por el ejército, Pero, entonces, dijeron: 'Compañeros, vamos a cambiar de programa. Nadie irá a la escuela porque nos están esperando para matarnos. Cuando este mitin concluya, nos iremos a nuestra casa. "Después del anuncio, una chica de unos 17 ó 18 años con voz como de pajarito, dijo: 'Quiero pedirles que permanezcan tranquilamente, Todos aplaudieron, Luego, otro dijo: 'Queremos enseñarle al gobierno que sabemos otras formas de lucha. El lunes, iniciaremos una huelga de hambre'. "En ese momento, un helicóptero apareció sobre la plaza, bajando, bajando. Unos segundos después, lanzó dos luces verdes en medio de la multitud. Yo grité: 'Muchachos, algo malo va a pasar. Ellos han lanzado luces. Me contestaron: 'Vamos, usted no está en Vietnam. Pero yo repliqué: 'En Vietnam, cuando un helicóptero arroja luces, es porque desean ubicar el sitio a bombardear. * Recoge el texto íntegro del relato periodístico publicado en la revista Look de 12 de noviembre de 1968. 6
de octubre "No más de tres segundos después, escuchamos el fuerte ruido de carros militares acercándose y estacionándose alrededor de los lados de la plaza. Los soldados saltaron con su ametralladora y abrieron inmediatamente. No al aire, como para amedrentar, sino contra la gente. En seguida, nos dimos cuenta que en los tejidos había más soldados con ametralladora y pistolas automáticas. Habían estado ocultos. Me helé. Sócrates, el muchacho que tenía el micrófono, gritaba: ¡Compañeros, no corran no se asusten. Es una provocación. Quieren atemorizarnos. No corran¡ "Las armas apagaron su voz. E I volvió a gritar: ' i No corran!', y las armas volvieron a disparar. Había mujeres brincando por las escaleras y por las paredes con niños en sus brazos. Yo no tenía idea de a dónde ir y, de repente, escuché un fuerte ruido en las escaleras. "Estaban disparando y fuimos rodeados por policías vestidos de civil. Cada uno de ellos tenía un guante o pañuelo blanco en su mano izquierda, para que pudieran"' reconocerse. Saltaron sobre los dirigentes estudiantiles y sobre mí. "Uno me jaló de los cabellos y me tiró contra la pared. Me golpeé la cabeza, me doblé y caí. "En esos momentos, ya había un fuego intenso de los soldados abajo, con rifles, ametralladoras, pistolas automáticas; ametralladoras desde las azoteas y desde helicópteros. Luego, la policía nos ordenó que permaneciéramos tendidos sobre nuestros estómagos. Lo hice. La única manera que uno podía protegerse de las balas que provenían de arriba era cubriéndose detrás de la pared frontal de la terraza. De ese modo, la policía usó esta barrera de seguridad, nos colocó a los arrestados, a lo largo de la pared opuesta, donde nos encontramos expuestos a las balas. Estuvimos tendidos ah í cerca de una hora. Cada vez que hacíamos un movimiento, disparaban sus armas contra nosotros. Me puse terriblemente nerviosa, porque tenían sus dedos en los gatillos. El cañón de una pistola estaba a no más treinta centímetros de mi cabeza. "Un estudiante me cubrió casi completamente por un cuarto de hora, hasta que un policía empezó a gritar: '"arrestados, sepárense!'" "Aunque estaba amedrentada por la policía, me fui moviendo centímetro a centímetro, hasta desplazarme como medio metro. Al mismo tiempo, escuché una gran explosión, que me recordó a Vietnam, y era la ametralladora de un helicóptero. i Lo conozco! Es un sonido especial. De repente sentí una cosa terrible, como piedras o navajas golpeándome dos veces en la pierna y una en la espalda, del lado derecho." "El tiroteo empezó a las 5:45. Yo fui herida cerca de una hora después. Estuve ahí hasta las 8:30 o después." "...Finalmente,
los soldados vinieron y me subieron a una ambulancia. Más tarde,
en el hospital, un policía me preguntó: "Mis heridas no fueron lo peor. Había una mujer, joven, que perdió la mitad de la cara. Había un muchacho de 15 años. La sangre le fluía abundantemente y nadie hacía nada por él. "Los médicos no eran tan malos, pero parecía que no podían prestar gran ayuda. Ellos tenían miedo. Además, ocurrieron tres cosas inolvidables, antes que fuera retirada de ahí. "Había mujeres indígenas ahí, heridas, con sus niños en brazos. Me preguntaron: ¿Periodista?' 'Sí'. Levantaron sus dedos en una V" el signo de victoria de los estudiantes. "También, una enfermera vino a mí "y me dijo: 'Por favor, diga la verdad, cuando escriba.' Luego, un joven doctor se acercó y me dijo: 'Por favor, escriba, por nosotros, todo lo que ha visto. Por favor, por nosotros, escriba la verdad'." AL PUEBLO DE MÉXICO: El 2 de octubre se congregaron cerca de 10 mil personas en Tlatelolco invitados por el Consejo Nacional de Huelga a un mitin del movimiento estudiantil. El acto era obviamente pacífico, ya que además de los estudiantes se encontraban trabajadores y mujeres con sus familias incluyendo numerosos niños. Sin previo aviso, la plaza fue invadida por miles de soldados, policías uniformados y secretos, quienes comenzaron a disparar toda clase de armas contra la multitud indefensa. El saldo de la masacre de Taltelolco aún no acaba. Hasta el momento han muerto cerca de 100 personas, de las cuales sólo se sabe de las recogidas en el momento, los heridos se cuentan por miles y se tienen secuestrados en las cárceles militares, civiles y privadas a cientos de ciudadanos, entre los que se encuentran los compañeros del Consejo Nacional de Huelga, Gilberto Guevara, Sócrates A. Campos y Raúl Álvarez, los primeros desaparecidos y el último secuestrado en la Penitenciaría de Santa Martha Acatitla. Hacemos responsable de lo sucedido y de lo que pueda sucederle a nuestros compañeros, al Gobierno de la República. Hacemos un llamamiento a todos los mexicanos honrados de la Patria, a los obreros, campesinos, maestros, intelectuales y estudiantes de todo el país, para que eleven su protesta en la forma más enérgica que puedan. La solidaridad se hace más necesaria ahora, antes de que México se encuentre envuelto en el oscurantismo de la total opresión e injusticia. Consejo Nacional de Huelga. Marcelino Perelló, Gustavo Gordillo, Roberta Garduño, Javier Mastache, Félix Hernández G., Fernando Hernández Z. A la prensa nacional e internacional se le invita a la Conferencia de Prensa que se efectuará en el Auditorio de la Facultad de Ciencias, Ciudad Universitaria, el próximo martes 8 del presente; a las 19:00 horas. (El Día, 6 de octubre de 1968). Intelectuales
Franceses. Decenas de muertos, centenares de heridos, miles de estudiantes encarcelados: tal es el trágico balance de los acontecimientos producidos en México. Pedimos solemnemente al Gobierno Mexicano que repruebe la sangrienta provocación policíaca y militar, que reasuma el diálogo como lo piden los estudiantes, y que no destruya para siempre la imagen del país de Hidalgo, de Juárez y de la Revolución de la cual se dice heredero. Simone de Beauvoir, Jean Cassou, Vercors, Jean-Paul Sartre, Claude Roy, Leo Matrasso, Jean-Luc Godard, Matta, Marc Saint-Saens; los profesores: André Kastler (Premio Nobel), Laurent Schwartz, Vidal Nquet, Pierre Samuel, Francois Bruhat. París
6, de octubre de 1968. Pen
Club Internacional El Comité Ejecutivo del Pen Club Internacional que actualmente sesiona en Ginebra, deplora la violencia que ha estallado en la ciudad de México durante las últimas semanas. El Comité Ejecutivo lamenta que la autonomía de la Universidad haya sido violada por las tropas y que esto haya conducido al arresto de varios escritores, entre ellos el profesor Elí de Gortari, y el daño corporal causado a Víctor Villela. El Comité Ejecutivo del Pen Club Internacional le ruega emplear su gran influencia a fin de evitar que se repitan estos acontecimientos que restringen el derecho de todos los escritores a expresarse libremente. Firmado. ORIANA FALLACI RECHAZA LAS FLORES A la mañana siguiente, en las cercanías de la Plaza de las Tres Culturas, México parecía una ciudad conquistada. Los edificios altos estaban cuajados de orificios de bala hasta el décimo y décimo quinto pisos. Los comercios de la planta baja de nuestra terraza, destrozados y saqueados, mientras los inquilinos vagaban desorientados y atolondrados con rostros petrificados. El ejécito recibía, cuando llegamos, su ración de comida. Y mientras miles de mexicanos hacían colas frente a delegaciones, hospitales y depósitos de cadáveres para obtener noticias sobre sus parientes, mientras otros miles estaban presos en cárceles y cuarteles militares, mientras otros miles estaban presos en cárceles y cuarteles militares, mientras de manera confidencial algunos doctores informaban que el número de muertos se elevaba de cincuenta a sesenta, mientras todo el país estaba atónito, apareció el diario vespertino "Ovaciones" con el título triunfal: "Sí habrá Olimpiada". Encontré a Oriana Fallaci en el Hospital Francés. Los médicos le habían extraído una bala del hueco popítleo y otra de la espalda. Había permanecido sin auxilio médico durante tres horas; los enguantados de blanco habían depositado su carga bajo el cobertizo, en un hoyo en el que goteaba agua. Se iba reponiendo. El gobierno mexicano le había mandado un ramo de rosas, pero la italiana lo había rechazado iracunda, diciendo que se lo mandaran a los estudiantes heridos. Me preguntó: "Qué será de los muchachos?" "No respondí. Ella sabía tan bien como yo lo que ocurría en las prisiones mexicanas. En el hotel me esperaba un mensaje. El jovencito del vestíbulo me preguntó: -¿Estuvo
usted allí? Después extrajo una nota de mi casillero y me la entregó. Era una invitación a un coctel party en la Villa Olímpica. De pronto me dieron náuseas. Revista Stern -15 al 21 de octubre de 1968. VI. EL ESCRITOR (Después del 2 de octubre). -Dejémonos de metafisiqueos. Este gran movimiento estudiantil-popular que el gobierno quiso reprimir definitivamente con la matanza en la Plaza de las Tres Culturas, va a continuar, de otras maneras y con otros métodos, pero va a continuar. Yo parto de la siguiente premisa: el movimiento estudiantil no es un proceso aislado históricamente, sino que tiene sus raíces en la falta de independencia de la clase obrera y en la represión de diez años antes, contra la huelga ferrocarrilera. Esto terminó por mediatizar a la clase obrera, y por invalidarla. Pero como la historia se venga siempre de las contrariedades que sufre, caminó, digamos, por debajo de los acontecimientos hasta hacer estallar este sentido de independencia en el seno de la pequeña burguesía intelectual, que son los estudiantes. Han sido los estudiantes quienes -sabiéndolo o no- han representado a esta corriente proletaria postergada por la represión. Lo criticable es el mecanismo democrático del CNH, muy engorroso para plantear cuestiones positivas, no positivas en el sentido de que fueran buenas, si no en el sentido de exposición no polémica, de afirmaciones teóricas que permitan, una autoconciencia del movimiento. Lo que critico es que la dirección del movimiento, el Consejo Nacional de Huelga no ha tenido capacidad teórica ni capacidad de análisis político. Su análisis han sido muy torpes y su funcionamiento muy engorroso, puesto que ni siquiera ha funcionado con orden del día. Cada quien ha ido al CNH a in formar y desarrollar ah í su pensamiento y la manera de intervenir ha sido proponiendo una moción suspensiva, una moción para hablar, a su vez, y cada moción es un nuevo discurso. Entonces vienen los conflictos, la falta de unidad de criterio. Pero la pluralidad de ideas y corrientes es benéfica. y además, es el esquema que nosotros preconizamos para una sociedad crítica, una sociedad abierta. .. Pero ya basta de mi fluir teórica. Más bien, ahora aprovechándome de la condición de ustedes, sujetos cautivos del discurso de la Historia a mi digno cargo (así decía un camarada mío del Partido en los años Treintas), aprovechándome del diluvio cognoscitivo (esa es otra frase de un camarada que estudio filosofía ya muy tarde), les leeré una carta que le enviaré en un rato al jefe de las azules fuerzas represivas: "Muy distinguido señor: hace apenas unos días se consumó en la Plaza de Tlaltelolco una matanza con el objeto de acabar con la amenaza que para el régimen democrático (por usted tan celosamente defendido) representaba el movimiento estudiantil. En lo que a mi modesta persona respecta, es evidente (y hoy lo ratifico) que he apoyado y he participado activamente en el movimiento. Por tanto, se me persigue, se ha desatado la persecución en mi contra y lo más probable es que el destino (por usted tan tajantemente representado) cancele mi existencia. Me siento, me sé, un condenado a muerte y al revisar la experiencia histórica de los condenados a muerte he recordado su privilegio final: la petición que se les otorga de modo inexorable. Por eso, señor, a usted que comanda las fuerzas encargadas de mi captura, le solicito una última voluntad con la seguridad de que su sentido del decoro lo llevará a cumplirla. Mi postrer deseo, distinguido señor, es que vaya usted y chingue a su madre. Suyo afectuosamente. .." ¿Qué les parece mi carta, compañeros? Carlos Monsiváis Textos
tomados de: El Movimiento Estudiantil de México, Ramón Ramírez,
Editorial ERA, 1969. Folletos
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