Número 19 Época IV Octubre 2010 LAS MUJERES Y EL BICENTENARIO “No hay una muger que no sea una berdaderºa (sic) insurgenta… Que fueron causa de la desgracia de muchos soldados, porque existían pocas que no fueran madres, esposas, hijas o hermanas de los insurrectos y, sobre todo, porque ninguna dejaba de amar la tierra donde había nacido”. (Carta de Francisco Manuel Hidalgo al Virrey Apodaca, siete años después del inicio de la guerra de Independencia) Araceli Zúñiga Extiende dolorida Durante la guerra de independencia, las mujeres de la vida galante, tuvieron una participación activa a favor de la causa insurgente. Su momento más notable fue durante el sitio de Cuautla (1812). Por las noches, cuando los combates habían amainado, las prostitutas, llamadas “barraganas”, se presentaban en el campo de las fuerzas realistas y utilizando las armas de la seducción obtenían información militar que al otro día hacían llegar a los insurgentes sitiados en el pueblo. Su invaluable trabajo de espionaje fue reconocido por la historia y desde la década de 1820 una de las calles de Cuautla lleva el nombre de “Intrépida barragana”. Fueron mujeres insurrectas, desafiantes, soñadoras e insumisas. Comprometidas hasta los huesos en una época cuando las mujeres debían ser incoloras e insípidas: ¡rositas de té, no las magnolias iracundas que fueron! Estas mujeres tenían la sangre púrpura reventándoles en las venas y decidieron no ser la rosa que encanta y enamora, sino la espina que pincha, dolorosa. Comenzaremos con Josefa Ortiz de Domínguez. Aprendió lo que se consideraba que debía saber una señorita de su clase social: bordar, coser y cocinar. ¿En qué momento aprendió a rebelarse y a meterse en revolturas tan peligrosas? ¿Y Leona Vicario? []Huyó de su casa para unirse al amor de su vida y participar en la insurgencia. Ha sido declarada Benemérita y Dulcísima Madre de la Patria, por cierto, la única mujer en México a la que se le han ofrecido Funerales de Estado. Su nombre está inscrito con letras de oro en el Muro de Honor del Palacio Legislativo de San Lázaro, sede del Congreso de la Unión. No podemos olvidar, de ninguna manera, a María Engracia, “La Güera Rodríguez”… ¡Se cuenta que era un verdadero pimpollo… ¡con cerebro en rebelión! Esta mujer hermosísima, de personalidad seductora, que escandalizó a la mentalidad conservadora de su tiempo, tuvo amoríos con importantes personajes de su época, entre ellos Agustín de Iturbide, a quien ella impulsó para que consumara la independencia. ¿Y cómo fue que los insurrectos hacían llegar sus consignas flamígeras al pueblo? Pues porque allí estaban Mariana Camila, Luisa de Orellana y Antonia Peña, esposas de los líderes de una sociedad secreta masónica llamada Los Guadalupes. Gracias a ellas los independentistas tuvieron una imprenta para propagar sus mensajes. Guadalupe va de prisa, de retorno de la misa: Continuamos con Mariana Rodríguez del Toro. Ella y su esposo (español) ayudaban a los insurgentes. La noche del Lunes Santo de 1811 llegó a México la noticia de la prisión del cura Miguel Hidalgo y Costilla; Mariana exclamó: "Hemos de aprehender al Virrey y ahorcarlo". A partir de ese momento se fraguó una conspiración que tenía como fin convocar al pueblo a las armas, apoderarse del virrey, entregarlo a las fuerzas revolucionarias de Ignacio López Rayón y proclamar la Independencia. Pero los esposos fueron detenidos y puestos en prision hasta 1820, año en que recobraron su libertad. Gertrudis Bocanegra es una verdadera heroína y mártir de la independencia. “A pesar de ser mujer” -se dice- fue lectora de los principales autores de la Ilustración, por lo que cuando estalló la guerra de independencia se adhirió a ella. Sirvió como correo de los insurgentes. Fue descubierta y hecha prisionera por el ejército real. Sometida a brutal tortura para que delatara a otros participantes de la guerrilla, se negó siempre a dar información a los españoles. Finalmente fue enjuiciada y encontrada culpable de traición. Pero su muerte fue terrible. La torturaron vejándola en su pudor y quemándola con las brasas de los cigarros encendidos, el 11 de octubre de 1817, en la misma villa de Pátzcuaro donde nació. Le debemos un reconocimiento a esta mujer a la que nunca nombramos. Manuela Medina, mejor conocida como La Capitana, luchó al lado de José María Morelos y Pavón y participó en siete batallas del ejército insurgente. La capitana se debatió un largo año entre la vida y la muerte, víctima de graves heridas ocasionadas por la lanza que recibió en combate a manos de la tropa realista. Esta Capitana, Manuela Molina, es señalada en algunas crónicas como originaria de Taxco, otras la ubican en Texcoco. El grado se lo otorgó la Suprema Junta Nacional Americana -órgano de gobierno del movimiento de independencia- levantó un grupo armado y lo puso al servicio de la causa de la causa. Participó en siete batallas, pero entre sus fines estaba conocer personalmente al cura Morelos; recorrió más de 100 leguas para llegar a su campamento, expresando después de lograrlo que podía morir gustosa aunque la despedazara una bomba de Acapulco. Logró ver consumada la independencia, y según refiere el cronista Luis González Obregón, falleció en 1822, a consecuencia de dos heridas que recibió en un combate y que la tuvieron prostrada año y medio. Y tenemos a Carmen Camacho, un claro ejemplo de la contribución de la mujer insurgente en la “seducción de la tropa”; entiéndase, tratar de persuadir a los soldados para abandonar el ejército realista y unirse a los insurgentes: después de hacer amistad con los soldados los invitaba a acompañarla una noche, en alguna pulquería o mesón, y después de unos cuantos tragos los convencía de desertar. Esta situación preocupaba profundamente al virrey Félix María Calleja, ya que algunos miembros eclesiásticos, convencidos por estas mujeres, convocaban a la rebelión desde ¡los confesionarios!. “Las Tortilleras”, por ejemplo, fueron mujeres que elaboraban tortillas envenenadas para las tropas realistas, y “Las Seductoras”, encargadas de “convencer” a los soldados realistas para cambiar de bando… ¡cosa que lograban! Pero la lista es interminable: La Perla de la Laguna, La Campanera, La Guanajuateña, La Friné mexicana, La madre de los desamparados, la matrona y generala Doña Rita Pérez de Moreno, la Generala Antonia Nava, del sur, y termino con Las Once Mil Vírgenes: Felipa Castillo, Antonia, Feliciana, María Martina, y María Gertrudis. Originarias del rancho de Tepozán, en los Llanos de Apam. Ellas pertenecían al partido de la insurrección, y se ocupaban de seducir soldados para que se incorporaran a los rebeldes. Descubiertas, Felipa Castillo fue sentenciada a la pena de cuatro años de trabajos en la cárcel de Las Recogidas. “Con motivo de haber asistido ayer a un convite en una de las casas del Puente de Alvarado, y teniendo su diversión casera, presencié el acto más indecente que puede ejecutarse en su clase; pues sin saber cómo ni por dónde encontramos en la sala bailando no una mujer, sino una furia infernal en forma de tal, cuya desenvoltura y desordenados lascivos movimientos escandalizaron no sólo a las personas decentes que nos hallábamos, también a los músicos y gente de servicio. Es inexplicable la ira que excitó en mí semejante espectáculo que a la verdad no hay voces con qué manifestarlo, y con la mayor prudencia que me fue dable la hice salir a la calle con dos que la acompañaban y el que bailó con ella. Esta mujer [que llaman la Sargenta], además de los movimientos tan impuros, tuvo la vilantez de levantarse la ropa a más de medio muslo y enseñar sus asquerosas carnes. Lo que pongo en noticia de este Santo Tribunal [de la Inquisición] para que, usando sus facultades, tome las más adecuadas a contener a la referida, y poner con su escarmiento, freno a otras que puedan seguirla. Fuente: Manuela Rafaela López Aguado, casada con Andrés López Rayón y viuda desde 1810, se adhirió a la causa insurgente junto con sus cuatro hijos. En diciembre de 1815 uno de ellos, de nombre Francisco, fue aprehendido y doña Manuela recibió un ultimátum: si no persuadía a sus hijos para deponer las armas, lo fusilarían. “Prefiero un hijo muerto que traidor a la Patria” -fue su estoica respuesta. En los últimos días de diciembre, Francisco fue pasado por las armas. Las Mujeres del Bicentenario hicieron lo que las mujeres mexicanas siempre hemos hecho: darlo todo por nuestra familia y por nuestro amado pueblo de México. ¡¡¡Mexicanas, Viva México!!! Publicado en Artes e Historia México/Blogs. NOTAS, FUENTES, REFERENCIAS, CANCIONES, POESÍAS E IMÁGENES: |
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