Número 11 Época IV Mayo 2007 TEMAS A DEBATE Poder, dominación y hegemonía
Eria Leticia Bojórquez Gómez * Introducción El análisis del poder ha sido estudiado por diversas ramas de las ciencias debido a que el entenderlo podría significar, en consecuencia, lograr desenmarañar las incógnitas de ¿cómo ejercerlo?, ¿el entendimiento del poder podría mostrarnos como ejercer cierto dominio sobre otras personas?, ¿existe el dominio de una persona o de un grupo de personas sobre otras como patrón inherente en todo grupo sociocultural?, ¿es este dominio, y la aceptación del mismo, parte de la naturaleza humana? Estas son sólo algunas de las interrogantes que se pueden llegar a plantear. El poder es la capacidad de ejercer dominio de una persona sobre otra; tal dominio puede ser acatado de manera voluntaria o involuntaria, aunque éste no se presenta de manera “infinita” puesto que el que lo ejerce depende de los dominados para seguir ostentando el dominio. Con regularidad, se utiliza el término de poder expresado por Hobbes en el Leviatán para denotar el dominio ejercido de manera “legal”, aquel que crea al Estado para evitar el estado(1) de violencia natural prevaleciente en los hombres; dicho poder evita la violencia al monopolizarla, de tal manera que el Estado es el único que puede ejercer dominio sobre los demás; esto es, un dominio que evita la violencia entre los hombres y, con ello, que se aniquilen entre sí. Según Weber, esta acción se ve orientada en la “acción social” de los individuos y, con ello, en lo que debe y no debe ser el Estado; por tanto, las “ordenaciones políticas” del mismo se otorgarán y extenderán “[…] a toda acción que con determinadas características dadas tenga lugar en el ámbito de su poder” (Weber, 2004: 42). En éste ensayo se analizarán las concepciones y significados del poder, la dominación(2) y la hegemonía, así como su interrelación, a partir de los puntos de vista de Eric Wolf, Max Weber, Antonio Gamsci, Jean y John Comaroff. Poder, dominación y hegemonía Para Wolf, el poder no puede representarse de manera única y uniforme, ya que éstas tienen diferentes representaciones y acepciones dependiendo del punto de vista como quiera ser tratado y por quién maneje el tema, puesto que cada tipo de poder implica diferentes tipos de relaciones; por ello, distingue entre cuatro formas de poder.
El último punto también se refiere a la noción que Foucault tiene del poder, el cual es concebido como una habilidad de gobernar de manera “consciente”; Wolf retoma dicha noción para estructurar su análisis sobre economía política, el cual replantea la noción de la relación social de producción que describe a la noción del poder estructural “Structural power shapes the social field of action so as to render some kinds of behavior possible, while making others less possible or impossible” (Wolf, 1989: 587). Jean y John Comaroff se refieren a éste tipo como poder no agentivo, el cual es el que se ejerce por medio del ámbito ideológico; se encuentra en nuestras prácticas, valores y creencias (Comaroff, 2002). Como ya se había mencionado con anterioridad, el ejercicio del poder es acaparado por el Estado, según la idea de Weber; esto lo hace con la idea de poder ejercer cierto dominio sobre la población que, a cambio, le “garantiza” cierto tipo de satisfactores –entre ellos el de seguridad–, al “someter” a todo aquel transgresor del orden social hasta con el ejercicio de la violencia –de considerarse necesario– para el restablecimiento de dicho orden. […]un orden jurídico administrativo –cuyos preceptos pueden variarse– por el que se orienta la actividad – “acción de asociación” – del cuadro administrativo (a su vez regulada por preceptos estatuidos) y el cual pretende validez no sólo frente a los miembros de la asociación –que pertenecen a ella esencialmente por nacimiento– sino también respecto de toda acción ejecutada en el territorio a que se extiende la dominación […] Es, además, característico: el que hoy sólo exista coacción “legítima” en tanto que el orden estatal la permita o prescriba […] (Weber, 2004: 45). Sin embargo, y como Wolf refiere, la imposición del poder puede traer consigo sentimientos “negativos” de resistencia hacia el mismo. El poder es representado por el “símbolo del jefe” –monarca–,(5) el cual debe de estar seguro de los objetivos que quiere alcanzar (Gramsci, 1975: 33), es por esta razón que el “moderno Príncipe” –los partidos políticos–.(6) debe de garantizar la satisfacción de los dominados mediante el desarrollo de una “voluntad colectiva nacional popular hacia el cumplimiento de una forma superior y total de civilización moderna” (Gramsci, 1975: 31). Según Comaroff y Gomaroff –al analizar a Gramsci–, la hegemonía es un consentimiento espontáneo que aparece en los individuos como algo justo que no puede ser cambiado, y el cual es otorgado por las grandes masas de la población hacia la dirección general impuesta en la vida social por el grupo fundamental; por tanto, la hegemonía es la dirección moral de una clase sobre otra ¿Esto quiere decir que un grupo dominado le otorga cierta calidad moral al grupo dominante? ¿Los dominados permiten que los dominantes ejerzan un sentido de moralidad a su entera conveniencia? Según Gramsci, “lo espontáneo consentido por las grandes masas a la dirección general impuesta en la vida social por el grupo dominante fundamental” –es de hecho, una descripción de “una de las funciones subalternas de la hegemonía social y el gobierno político” ejercido por los intelectuales (Comaroff, 2002). Por tanto, la hegemonía es realizada a través del balance de fuerzas en competencia, no en el choque de la dominación de clases puesto que ésta, al ser “muda”, es más efectiva ya que toma el campo cultural para insertar la cultura dominante mediante el entendido de que lo presentado es lo “natural”, lo que “siempre ha estado allí” puesto que se encarga de unificar por medio del campo ideológico, mientras que aparenta mantener una heterogeneidad de clases –aunque en la realidad no sea así–. Conclusión El poder y la dominación pueden ser ejercidos de varias formas y las formas hegemónicas son otras de éstas, ya que se insertan no mediante una fuerza dominante forzada de manera física y violenta, sino que lo hace desde el campo de lo ideológico haciendo, con ello, creer a los subordinados que siempre se ha encontrado allí. Dicha forma de dominación crea relaciones entre el poder y la cultura, hegemónica; sin embargo, ésta no se mantiene arraigada de manera permanente ya que llega a entrar en crisis en el momento en que su capacidad para justificar el orden –tanto en el plano político como en el económico–, se ve menguado. Pero, ¿el ejercicio del poder es practicado por algún ser tirano que obliga a los subordinados a rendirle pleitesía? En realidad no siempre es de esta manera, puesto que en alguna ocasión escuché de un profesor “[…] en ocasiones uno debe ceder parte de su libertad a manera de pago por mantenerse dentro de un núcleo social, que bien podría llamarse ‘comunidad’, para poder mantener ciertos privilegios como el de la seguridad, el amparo, la comida […]” Es sólo cuando el monarca se transforma en “tirano” o que deja de tener cierta “efectividad” para sus subordinados que éstos se vuelcan sobre él provocando su derrocamiento. * Licenciada en Antropología Social, egresada de la Universidad de Quintana Roo, campus Chetumal. Bibliografía Comaroff, Jean; Comaroff, Jhon. “Of revelation and revolution”, en: Vincent. The anthropology of politics. A reader in ethnography theory and critique, Blackwell publishers, U.S.A., 2002. Gramsci, Antonio. “El moderno príncipe”, en: Notas sobre Maquiavelo, sobre política y sobre el Estado moderno. Cuadernos de la cárcel 4, Juan Pablo editores, México, 1975. Weber, Max. “Conceptos sociológicos fundamentales”, en: Economía y sociedad, México, FCE, 2004. Wolf, Eric R. “Facing Power-Old Insights, New Questions”, en: 88th annual meting of the American Anthropological Association, November 19, 1989, Washington, D.C. Notas |
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