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La derecha.
Ideología hegemónica del mundo unipolar

Una idea central del conservadurismo es la legitimación trascendental del dominio político y no la delegación desde abajo, como piensa el liberalismo democrático.

Dora Kanoussi

En la historia de las ideas, en la historia sin más, lo que llámanos Modernidad alcanzó su forma más acabada con la revolución francesa, un avance de civilización gigantesco con respecto al pasado y que todavía no ha sido superado. La oposición a este hecho histórico, la reacción inmediata del viejo régimen, primero, de sus representantes y después de los que se oponían en general al cambio revolucionario, es decir, al establecimiento de la sociedad civil burguesa y su Estado “con todo lo que esto significa”, ésta oposición constituye el origen de lo que ahora conocemos como el pensamiento conservador o de la restauración.

Nace el conservadurismo, oposición filosófica y política a la Gran Revolución. (El término fue usado por primera vez por Chateaubriand en 1818). Por primera vez en la historia, en l789 los revolucionarios habían probado que el mundo social podría ser sometido a la voluntad general, a la razón, a la planificación consciente. Al contrario, el pensamiento conservador seguía acentuando de los límites de la incidencia de la voluntad humana en la sociedad. Desde entonces se dirá que lo característico del revolucionario será la búsqueda de lo absoluto y del conservador la afirmación de lo relativo; del principio de orden, de la dependencia de algo trasciende a lo humano.

Al nivel de las Ideas, la primera contradicción de la Modernidad es aquella entre el pensamiento revolucionario expresado por el derecho natural (por el pensamiento abstracto de la Ilustración) y el conservador, tradicionalista, pre-racional, fundado en la incompatibilidad entre libertad (en relación a la propiedad) e igualdad entendida como eliminación o distribución de las inequidades. Por eso, el conservador considera que el liberalismo lleva a la omnipotencia estatal ya que en esencia éste consiste de una relación directa entre individuo o ciudadano y el Estado (en vez de la relación entre grupo o estamento o corporación y el Estado, propia del antiguo régimen).

Podemos decir entonces que el conservadurismo es tan viejo como la Modernidad; nació con ella como su oposición filosófica y política. El padre del conservadurismo, Edmund Burke, en su libro, la Biblia de los conservadores, Reflexiones sobre la revolución (“un libro revolucionario en contra de la revolución”) sintetiza el axioma conservador hablando de la obligada continuidad o identidad entre pasado-presente y futuro.

Una idea central del conservadurismo es la legitimación trascendental del dominio político y no la delegación desde abajo, como piensa el liberalismo democrático, el pensamiento de la soberanía. Lo invariable de la condición humana es la desigualdad, resultado ineludible de la libertad, la cual además hace necesarias las jerarquías. La libertad es derivada, no existe per se como en el jusnaturalismo. O. Hirschmann resume la esencia del conservadurismo en tres axiomas: la inutilidad, peligrosidad y perversidad del cambio revolucionario.

Aparte de Burke, Hegel es considerado por algunos entre los padres del conservadurismo por causa de una interpretación equivoca de su sentencia de que “lo real es racional”. Es innegable que Hegel influye en el pensamiento conservador por su concepción del estado, concebido no como resultado del contrato social sino de una sociedad civil, “sistema de necesidades” que exige un estado-organismo-autoridad integradora, idea pura y organismo éticamente perfecto que contiene a los individuos. Este hegelismo de derecha será la vía del conservadurismo alemán durante la primera guerra, (“las ideas del 14”), luego del “conservadurismo revolucionario” de Weimar que identificará al Estado con el pueblo propia del nazismo.

Segunda etapa del conservadurismo en la historia de las ideas conservadoras, el romanticismo que pasa de la idolatría de la revolución francesa al conservadurismo místico, al catolicismo antirracionalista. Es un movimiento intelectual influido por Fichte (el centro de todo es el yo), estilo estético pero también un sentido de la vida, una Weltanschauung que se concibe a sí misma como “el movimiento alemán” contrapuesto a Ilustración y a Occidente, en especial al pensamiento francés de la revolución.

Por influencia del romanticismo entre el siglo XVIII y XIX, nace el historicismo, nuevo modo de ver a la historia en el sentido de que las ideas del derecho natural y del racionalismo son impensables fuera de lo históricamente determinado, de la historia como tal. El historicismo corrige aI liberalismo, pero se convierte en relativismo conservador. Su tesis central es que naturaleza humana no es libre ni igual sino histórica, relativa, es decir, contraria a la relación entre libertad e igualdad. Las tendencias históricas, las leyes, son impensables en el historicismo; la historia no se explica, se entiende como algo espontáneamente creado, único. Es la negación del universalismo jus-naturalista. En lugar de la razón está el Estado-poder. Ello tiene como consecuencia lógica imposibilidad de la ruptura revolucionaria.

Tenemos entonces, desde fines del siglo XIX, dos procesos históricos prácticamente simultáneos: el cumplimiento práctico de la razón en la revolución y el surgimiento de la restauración conservadora o pensamiento de la derecha (como es llamado desde 1789). Esta doble vía atravesará todo el siglo XX también y, por lo visto, el actual.

Pasamos a la etapa contemporánea del conservadurismo para el cual también el 68 es un parteaguas que traslada su centro de Alemania a Francia (con los “nuevos filósofos”, de triste memoria) y a EEUU donde hoy en día dominan de modo absoluto.

El llamado neo-conservadurismo pone el acento en el desarrollo económico, que considera independiente y no relacionado a la democracia. La técnica elimina la necesidad de la política, así como la necesidad de teorías y elaboraciones abstractas, es decir, tanto el conservadurismo nuevo como el viejo, sigue siendo antiintelectual, antirracionalista y pragmático. La restauración ahora se llama así; desde Hayek, Popper, Friedman y el regreso a Smith, en el mejor de los casos, significa la identificación entre capitalismo-mercado y democracia.

En lo filosófico, Leo Strauss es el representante más importante del conservadurismo norteamericano, para el cual la ciencia política empieza con Aristóteles y termina antes de Maquiavelo. (Pensamientos sobre Maquiavelo, 1958). Maquiavelo desvía a la Modernidad en cuanto que separa política y moral fundando precisamente a dicha Modernidad. Pero rechazar a la modernidad es oponerse a la reforma protestante, a Maquiavelo, a Hobbes y Rousseau, al pensamiento laico como tal.

La continuidad del pensamiento conservador desde 1789 hasta hoy se ve en la idea del pecado original: los hombres no nacen libres, ni buenos; al contrario, tienden a la anarquía, la sociedad es un organismo inconsciente, sin planteos racionales ni ideas a priori. Es una realidad espiritual, cultural, para la cual la igualdad es un peligro en cuanto que se contrapone a la libertad. Volvemos así (con Bell, Viereck y otros contemporáneos) a la crítica de la Modernidad propia del primer conservadurismo tipo Burke.

No olvidemos, sin embargo, que el éxito del neoconservadurismo es el fracaso de las prácticas socialistas y socialdemócratas como alternativas democráticas históricamente viables. La simpleza teórica y la amplia difusión lo convierten en sentido común, hegemónico, por cuanto parece ofrecer soluciones y respuestas prácticas a problemas de la economía, el Estado y de la sociedad en su conjunto. Así, el conservadurismo de los setenta se hace neoliberalismo, crítica teórica y práctica de las tendencias igualitarias del Estado interventor, keynesiano, y del socialismo real.

Hoy, del conservadurismo no se habla porque ya está en los hechos presente de modo natural. Es la ideología hegemónica del mundo unipolar; su característica es su esencia antidemocrática, el supuesto anti-estatismo (supuesto porque ni el liberalismo clásico del siglo XIX pudo prescindir del Estado para imponerse) y la tendencia a eliminar los logros civilizatorios más importantes del capitalismo: los derechos ciudadanos o sociales e imponer al mercado como ente espontáneo y regulador único de la vida social.

Ahora tenemos una articulación casi perfecta entre discurso conservador, programas de sus partidos y realidad económica, que es la de la aceleración de la internacionalización, la globalización. Todo ello resulta en la disminución del papel del Estado-nación, de la soberanía y la creciente autonomía de la economía financiera.

A estas alturas, la política es sustituida en lo posible por la administración, la intermediación de intereses y relaciones de fuerzas así como se forman en el mercado mundial. No es necesario insistir que ahora más que nunca la perspectiva conservadora-autoritaria ve a la política como fuerza pura y conflicto. La democracia “sin adjetivos”, es decir, aquella que se identifica absolutamente con el capitalismo.

Friedrich Hayek es el teórico contemporáneo del conservadurismo (en la forma de neoliberalismo) más típico e importante por su influencia actual. Para este autor-ideólogo por excelencia del conservadurismo del siglo XX la justicia social no puede coexistir con la libertad, la institución más perfecta es el mercado. El enemigo más importante es el “racionalismo constructivista”, o sea la tradición filosófica que va de Descartes a Marx, es la enfermedad mortal de la modernidad.

El error de tal racionalismo es creer que las instituciones y las normas de vida son resultado de la planificación humana, del plan consciente de los hombres. Esto presupone una razón o una mente fuera del mundo natural e histórico, como sucede precisamente en el Estado keynesiano o intervencionista. La libertad en ellos es disminuida por causa de la ampliación de los límites de la democracia y del poder estatal. Hayek también privilegia a la tradición, pero su teoría social es la del orden espontáneo. Hayek, uniendo la filosofía con la economía, funde al conservadurismo con el liberalismo clásico.

Por lo emblemático de su pensamiento y la enorme influencia ejercida en las ideas y las prácticas económicas del segunda mitad del siglo pasado hasta hoy; por haber afectado la vida de las sociedad y los ciudadanos de la mayor parte de los países del mundo, hay que resumir las ideas de Hayek sin recurrir a fórmulas económicas.

La mente en Hayek, originaria del conocimiento, es un poder creativo que impone un orden mediante la construcción de categorías, de las cuales la filosofía no puede salir para fijar o reformar al pensamiento humano. La filosofía traza los límites del entendimiento humano pero no lo gobierna, no puede hacerlo. Lejos de Kant y de Marx, para Hayek las categorías organizadoras de la mente no son universales sino que se expresan en adaptaciones de tipo evolucionista de un mundo en sí no conocible.

Los principios entonces que gobiernan a la mente son imposibles de conocer. Siempre habrá normas en la percepción y la acción de la experiencia y conducta humanas que eluden al poder de la investigación y este es el límite inherente al poder de la razón: la mente así como el mundo exterior permanecen bajo el dominio del misterio, son gobernados por reglas cuyo contenido no podemos descubrir.

La parte más significativa del conocimiento práctico pasa de modo mimético en la transmisión cultural de las tradiciones, algunas de las cuales son inaccesibles para el conocimiento crítico. Todo ello es grave para la concepción de una teoría social, implica la bancarrota del proyecto racionalista emprendido por Descartes y Marx. El ideal racionalista de gobierno de la mente es ilusorio por sí, y más aún lo es el ideal de una sociedad de mentes que gobiernan por si mismas y a la luz de la razón.

Todo movimiento radical moderno es para Hayek un intento por lograr lo imposible. Busca traducir el conocimiento tácito en teoría explícita y gobernar a la vida social por la doctrina. La asignación racional de recursos como la pretende el socialismo, por ejemplo, es imposible. El conocimiento práctico lleva a cabo una realización social plena sólo cuando los precios del mercado no son interferidos. En estas consideraciones descansa la batalla de Hayek contra la planificación y a favor del mercado, y no en cuestiones del liberalismo tipo Locke sobre derechos de propiedad.

La imposibilidad del socialismo y de cualquier intervención del Estado es tanto moral como epistemológica. El orden social, así como el de la mente y del cuerpo, no es un orden prediseñado, no es producto de la planificación ni puede serlo. La superstición dominante de la era de la razón es la creencia de que las instituciones sociales vitales, la ley, el lenguaje, la moralidad, el mercado, pueden o deben ser producto de plan y control consciente para que así sirvan a los propósitos humanos.

Cualquier intervención en el orden socioeconómico y político es contraria a .los intereses de los hombres. La libertad, como la entiende, no tiene nada en común con la igualdad; el enemigo más grande de una sociedad libre es una libertad planificada, es decir, una que tenga tendencias igualitarias. El axioma principal para una sociedad es la sobrevivencia determinada por el más apto. Las premisas de Hayek son las siguientes:

1. La racionalidad humana es incapaz de controlar o hacer una buena sociedad. Las llamadas leyes de regularidad no sirven. 2. la tradición y no la acción política es la fuerza del sistema democrático basado en la costumbre. 3. el rechazo a los privilegios (Estado de Bienestar y socialismo). El peligro para la democracia es la interferencia en la economía. EI credo colectivista destruye a la sociedad. La desigualdad es consustancial a la civilización y al progreso. El libre mercado genera y hace circular al conocimiento, que es la base de la riqueza. El mercado es la llave de la libertad y el Estado de la coerción.